MADRID (AP) — En cuestión de minutos las inundaciones repentinas causadas por los intensos aguaceros caídos el martes en el este de España arrasaron con todo a su paso. Sin tiempo para reaccionar, la gente quedó atrapada en vehículos, casas y negocios. Muchos murieron y miles de vidas quedaron destrozadas.
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Dos días después, las autoridades han recuperado 158 cadáveres —155 en la región oriental de Valencia, dos en Castilla La Mancha y uno Andalucía— y buscan a un número indeterminado de desaparecidos tras el peor episodio de lluvias de otoño en la historia reciente de España.
La gente ha comenzado a limpiar la densa capa de barro que cubre viviendas y calles llenas de escombros, mientras sufren cortes de luz y agua y la escasez de algunos productos básicos. En el interior de algunos vehículos que el agua arrastró hasta formar pilas o estrellarse contra edificios, todavía hay víctimas mortales esperando ser identificadas.
A continuación, algunos datos sobre la tragedia:
El tren de tormentas concentradas en las cuencas de los ríos Magro y Turia y en el barranco del Poyo — donde localidades como Turís recibieron más de 630 litros/metro cuadrado en 24 horas— causaron un muro de agua que desbordó los cauces tomando desprevenidos a unos vecinos que seguían con su vida cotidiana. Muchos regresaban a casa tras su jornada laboral.
En un abrir y cerrar de ojos el agua enlodada cubría carreteras, vías de tren y se metía en casas y negocios de pueblos en el cauce de los ríos y en la periferia sur de Valencia. Los conductores, con sus vehículos convertidos en lanchas, tuvieron que refugiarse en sus techos, mientras los residentes trataban de refugiarse en zonas altas.
Cuando las autoridades enviaron a los celulares la alerta que advertía a la población de la gravedad del fenómeno y les pedía quedarse en casa, muchos estaban en la carretera, trabajando o cubiertos de agua en zonas bajas o garajes, que se convirtieron en trampas mortales.
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Los científicos que están tratando de explicar lo ocurrido en el litoral levantino ven dos posibles conexiones con el cambio climático causado por el hombre. Una es que el aire más cálido retiene y luego vierte más lluvia. Y la otra son los posibles cambios en la corriente en chorro —el flujo de aire sobre la tierra que desplaza los sistemas meteorológicos por todo el planeta-- que da lugar a fenómenos extremos.
Varios climatólogos y meteorólogos sostienen que la causa inmediata de las inundaciones es un sistema tormentoso de bajas presiones que se desprendió de una corriente en chorro inusualmente ondulada y estancada. Ese sistema se paró sobre la región y arrojó intensos aguaceros. Esto ocurre con tanta frecuencia que en España reciben un nombre específico, Depresión Aislada en Niveles Altos, o DANA, según los meteorólogos.
Y luego está la temperatura inusualmente alta del mar Mediterráneo. A mediados de agosto batió su récord en superficie, con 28,47 grados celsius, dijo Carola Koenig, del Centro de Riesgo de Inundaciones y Resiliencia de la Universidad Brunel de Londres.
El fenómeno se produce además tras la prolongada sequía que azotó al país en 2022 y 2023. Los expertos afirman que los ciclos de sequía e inundaciones aumentan con el cambio climático.
La costa mediterránea española está acostumbrada a tormentas otoñales que pueden provocar inundaciones, pero este ha sido el episodio más grave que se recuerda. Los más mayores en Paiporta, la zona cero de la tragedia, afirman que las riadas del martes triplicaron la de 1957, que causó al menos 81 muertos y era la peor en la historia de la turística región oriental. Eso riada provocó el desvío del cauce del río Turia, lo que ha permitido que gran parte de la ciudad se librase de esas inundaciones.
Valencia sufrió otras dos grandes DANA en la década de 1980, una en 1982, con una treintena de muertos, y otra cinco años más tarde, que batió récords de precipitaciones.
Con al menos 158 muertos, esta es además la tragedia natural más letal en la historia de España, superando a la riada que arrasó un camping junto al río Gállego, en Biescas, en la provincia nororiental de Huesca, y mató a 87 personas en agosto de 1996.
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El periodista de The Associated Press Seth Borenstein en Washington, D.C., contribuyó a este despacho.